Perro muerto

Camino a casa,

Como una invocación,

hace aparición ante mí

Un perro muerto en la calle.

La piel hundida entre los huesos

En señal de inanición.

Quizá un auto derrapó su rojo aliento

Por los aires,

Por el concreto,

Por aburrimiento.

Llevase en todo caso una vida discreta:

“Sin cuenta no cuenta”.

No hay sangre,

Ni órganos dispersos,

No hay exhibición;

Solo algo…

Algo semejante

Al hambre,

La desesperación,

El olvido,

Caminos interminables,

Pasos errados.

He visto un perro muerto en la calle

Y creído toparme mi reflejo.

 

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Tiempo

Se aproxima a su muerte

Quien con cada instante de placer

Aligera del tiempo los pasos.

 

Quien con bostezo de letargo

Hace cada segundo más largo

Conoce tristeza divina:

La fatiga de la eterna vida.

Ilustrado por:  Ecce Homo

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Rabia y Risa

I

Sentir…

la mirada que se esconde rauda

en fisuradas máscaras de ignorancia e hipocresía,

el oído que se cierra

al estruendo del tolueno y su verdad,

el olfato que finge ajeno

el orín de la callejuela,

el gusto que olvida

a que  sabe la palabra atronadora.

 

II

Les veo pasar tan grises

como la niebla de firmamentos desesperados

habitados por una inquietud que golpea y quiebra cada pecho;

el redoblar de su taconeo

describe la danza frenética

del ritmo incesante de las voraces máquinas

que lo tragan todo a su paso

y no dejan más que un rastro de peste y cáncer para abonar la historia.

Secuencias humanas

en oficinas moduladas,

engendros del carbono

con el lomo ya roto.

Autómatas disfrazados de caridad y deber,

no son más que despojos aullando

ante el horror de su espeso vacío:

– ”Solo la esclavitud me libera,

el suplicio me salva” –

UNA ESTÚPIDA CIFRA QUE NADA SIGNIFICA

UNA ESTÚPIDA CIFRA QUE NADA SIGNIFICA

UNA ESTÚPIDA CIFRA QUE NADA SIGNIFICA

UNA ESTÚPIDA CIFRA QUE NADA SIGNIFICA

UNA ESTÚPIDA CIFRA QUE NADA SIGNIFICA.

 

III

Veo en sus rostros

el signo infaltable de la muerte:

absoluta,

devastadora,

omnipresente;

por cada surco de su piel,

aguas que llevan el rumor del tiempo,

ríos del profundo Hades:

Estigia (odio]),

Lete (olvido),

Aqueronte (aflicción).

Un canto a la distancia

susurra una promesa no muy lejana

de paisajes desconocidos,

destellos improbables;

a ellos nos aproximamos,

paso a paso, de ojos cerrados.

 

IV

Cada mirada que huye,

oido que se cierra,

olfato que finge,

gusto que olvida;

abalanza sobre mí

este polvo de esperanzas muertas,

smog de humano desahuciado,

muro de terrible gravedad

que aplasta mis entrañas

explotando con morbidez la risa y rabia

en una exhibición obscena

que aterra su apatía

y su locura colectiva.

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VIVISECCIÓN DE UN INSECTO

Mis ocho ojos lo ven:
La punta helada del bisturí
que brilla como estrella polar.
Mi pecho lo desea
-ansio ser recorrido
Por el mas profundo escalofrío-
Ser abierto en dos:
Por el amor,
Por la angustia, 
Por la existencia;
Como el bien y el mal,
De la humanidad condena.

Dime:
¿Donde queda mi corazón?
¿Qué sostiene a un ser de estructura ausente?
¿Por qué no me conmueve el dolor?
Tu ojo
Que todo lo atrapa,
Todo lo inventarea,
Que el cosmos refleja
¿Ha encontrado el camino
en el que las almas sueñan?

Yo te digo:
Amanecí más acorazado,
Más diminuto,
Más vibrante que de costumbre;
Con piel de tanque,
Carne de almendra,
Alas tejidas de luz;
Y tras mi puerta:
El mundo plaga
Al que infectó,
Asqueo,
Y molesto.
Salir a la calle
Es ser aplastado y olvidado,
Y aunque bajo tus suelas el mundo se ve diferente,
Mi progenie bajo el suelo espera con dicha
Tu belleza carcomida.

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La huida

Migramos… marchamos del sin rumbo, huimos. Solo fueron indispensables un par de cosas -menos de las que esperábamos- para dejarse caer. Luego el vacío, particular sensación. Esta la puede compartir quien cae como quien arroja, pero nunca, nunca, será igual. Quien cae hace del vacío su alimento, su aire, su sol; quién solo arroja, solo ve caer, apenas añora dejarse llevar por esta posibilidad. Vacío y oscuridad se llevan bien, son siamesas abrazadas y nos hemos hundido en su cálido seno: descendemos a los subterráneos, el inconsciente; perseguimos estelas de refulgentes luciérnagas que ya no encontramos. La oscuridad es un territorio, nos ha adoptado; madre loba aulla, nos ha acogido. Tras sus pasos preguntas, valles, llanuras y picos que solo se recorren con la piel. Adoptar un nuevo lenguaje ¿cuál? el de lxs exiliadxs. De todas las direcciones se ven llegar en tropel andariegos agraviados por el capricho y la intransigencia de hombres que aprietan sus manos en privado para lanzar su maldición sobre la tierra. Nos encontramos en la sombra, donde hacemos realidad la paz prohibida, la armonía de cuerpos tendiendo al desorden. De estos juegos nace la complicidad, y de esta el secreto; inquietud en el ojo febril del poderoso. A nosotrxs, que nada nos es dado, nos procuramos la dulce alegría, eternidad del instante, y la atesoramos  en las tinieblas donde no llega la radiación de la luz digital, del vértigo tecno-ilógico. Siempre estás invitadx, mientras guardes el secreto.

 

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Bogotrampa

POSTAL ESCRITA:_
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BOGOTRAMPA:
No hay luz. 4:30 pm. No hay luz; solo una tiniebla blanca, gris, en el cielo.
-¿No hay mar?
-Voltea el reloj de arena: las olas fragorosas en el cielo.

Minúsculo y sin consuelo, caminante citadino.

– ¿No hay cielo? En Bogotá no hay cielo.
Bogotá: Puerto maldito para la esperanza,
Bogotá: Mar de mentiras.
Bogotá: Naufragio de amores.
Vividero color lápida.
Mar estremecida, el muro se rompe, el relámpago voluntarioso irrumpe, golpea como un yunque la tierra, labra el fuego los caminos refulgientes en el horizonte, alma tempestuosa camina esta tierra.
Tabogo, Drogotá, Pogotá.
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SOMOS RELÁMPAGOS

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La persona con el corazón ennegrecido, lejos de lo que habitualmente se puede pensar como un monstruo de comodo con la sangre helada y la saliva maldita, es más bien la llama misteriosa que mantiene con vida la luz del Sol. Tal engendro conoce la marcha del tiempo: concepción-nacimiento, degradación-fatalidad; acontecimiento que se le presenta como hábito y tragedia. A cuestas con el peso de saber que fue niño y ya no lo es, ni lo será nunca jamás, su hálito se le torna mortecino, esconde en su interior un cadáver muerto ya muchas veces; y sin embargo, ¡es viva carne palpitante!, roja pasión que convulsiona y se estremece. Este, es un mar infinito de emociones, purpureas tormentas amenazan con hacer naufragar la nave de su cordura, y aun así sabe que sobrevivirá: La locura le fortalece, la sonrisa bestial adorna su rostro insospechadamente. Ha conseguido rebasar los límites y sobrepasar a quienes pretenden tras la sensibilidad una vaga fantasía en la que todo son sonrisas y placeres. Se abrió a sentir como todos los seres, y ha sentido como ninguno, ha sentido todo el mundo en sí, y es el mundo el que le contiene; sentir el mundo y la vida es sentir la multiplicidad, en ella, implícito está el dolor, vibrante y escandaloso.       

Publicada el por negrospensamientos | Comentarios desactivados en Argumento a favor de los miserables

Escribir desde la enfermedad, desde la precariedad….

Las palabras parecen emerger siempre de un dolor de cabeza. Se sabe que para que resulten precisas se debe dar vueltas sobre el mismo punto hasta la náusea , hundirse en un mar de vocablos con la fe intacta de que encontraremos las palabras precisas que expliquen nuestro sentir, nuestras ideas; y al final puede que no lo logremos. Lo inefable parece siempre bello, alude a un sentimiento de lo sagrado, de lo que desborda la razón y el entendimiento, que está más allá de lo usual y lo acostumbrado o ya inventariado. Es único, particular, especial. Lo ya reconocido por las palabras parece monótono como un matrimonio promedio. Quién suele extenderse en dar explicaciones se arriesga siempre a disipar la atención de quién le escucha. Se puede llegar a perder el amor con las palabras equivocadas y nada exaspera más a los y las amantes que su amor no se consuma sino que se quede en palabras (menos charla más acción). Las palabras parecen insuficientes. Las palabras parecen sobrar, son espacio vacío entre el abrazo febril que se desea. Se calla para percibir, para estar en el presente. Y aún así, las palabras mueven al mundo.
¿Qué tiene un Sacerdote si no son más que palabras ralentizadas y discursos soporíferos? y aún así mueve a sus creyentes. Sabemos que nuestro presidente actual y toda su bancada no son más que una sarta de imbéciles porque no son capaces de emitir un discurso que deje a toda la población tranquila, entre muchas otras cosas más. Las palabras mueven dinero y poder, están cercanas a lo profano. El embelesamiento procede de la retórica. Pero sin palabras no logro acceder a este mundo, que es el suyo. Sin palabras nunca nos hubiéramos conocido. Hay entonces una necesidad de virus, de error, de fatalidad tras las palabras. Con las palabras también ha logrado enunciarse la  elocuencia. Cuán felices son los hombres cuando creen tener las palabras correctas; cuánto brillo, cuánta luz creyó encontrar la humanidad tras ellas. Como ya se ha dicho, las palabras, que son como las células en determinadas culturas, son la puerta de acceso al mundo, y quién cree dominarlas cree tener todas las puertas abiertas; tal  es la presunción de la gente elocuente. Hay quienes entonces se aficionan a las palabras, envueltos de una alegría peligrosa; alcanzan un grado tal de insolencia que llegan a emitirlas como sagradas e indiscutibles. Su palabra está por encima de cualquier cosa y cualquier objeción. Tal ha sido el destino de la gente elocuente, acostumbrada a pensar por encima de… Piensan al filo de la razón, de la inteligencia, de lo ya pronunciado; con su pensamiento deductivo imaginan anticipar lo pensable, dar un paso más allá. Pero parece que es un eterno andar en círculos, un devaneo risible. Aficionarse a las palabras, sobre todo las propias, es peligroso; la razón se compone de palabras, y cuando estas se dislocan, lo hace también la mente. Nadie enferma por falta de razón pero si por su exceso. Y hay quienes se pierden de un modo crónico en este entusiasmo que alcanzan la sed insaciable por el poder, y se pierden así y a los demás en una espiral de maldiciones.
Parece la palabra un destino ineludible, un padecer necesario. Y  al no poder afirmarme como una persona sana, elocuente, fuerte o del todo buena; no me queda más que escribir desde mi marginalidad y precariedad. Pensar desde el error y no desde el acierto, donde cada pensamiento es un atributo del error y no una virtud y acierto de la inteligencia. Tal postura no puede hacer de quién piense una persona honorable ante las y los demás, sino por el contrario un indicativo de cuán equivocada a debido estar esa persona para ser tocada por ciertas lecciones. En tal escenario nacen estas palabras, mis palabras, las de este espacio virtual. Escribo porque estoy al borde del colapso, porque me es inevitable hacerlo, porque he enfermado desde hace tiempo ya y ardo en palabras, porque no tengo nada mejor que hacer; escribo porque ya no tengo la culpa de hacerlo o por no hacerlo mejor, porque no quiero triunfar, ni necesito ningún reconocimiento; escribo en un sentido contrario al progreso, sin aspirar a fijarme en el tiempo, conociendo de antemano el carácter transitorio de todo cuanto me rodea, escribo con palabras etéreas, infectadas de sudor, lágrimas y babas. En este día la tarde ha caído con una luz entre rojiza  y rosa sobre los objetos, me recuerda que todo allá ha colapsado, que la muerte está a la vuelta de la esquina, que es más frecuente el desamor que el amor, que utilizo las palabras para embriagarme, que alguien más tenía que escribir desde la enfermedad pues está será una era enferma.

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