Reinvención

Últimamente no escribo mucho. Lo días se suceden de una manera muy similar: Me levanto, enciendo la computadora, reviso las primeras noticias del día, busco qué desayunar, me ducho, llevo los perros al parque, almuerzo, y una vez más me hundo en la red. Este extraño tiempo de pandemia ha sido una oportunidad para muchas y muchos en cierto sentido: para el gobierno la de saquear de una manera más eficiente y holgada, para otras y otros de aprender un oficio, compartir más tiempo con sus parejas hasta hartarse, y así… Yo ya hice mi parte: participé de talleres, practique manualidades, cociné, dibujé, medité, me masturbé, vi las caricaturas y las alocuciones del presidente; pero parece que no basta. Quizá el cinismo hablando por alguien más podría decirme: es que no lo has hecho lo suficiente. Siempre es lo mismo, la misma insuficiencia como persona que se nos reporta, y mientras tanto otros sonríen y saludan agitando la mano, se sientan en el sofá y lo hacen más simple. El éxito solo es tu juguete favorito en una caja de cereal. La autoconciencia tiene que servir para algo más que lamentarse; la pregunta entonces es ¿Sabiendo como es el mundo, cómo vivir en él? ¿Sabiendo la vida que a uno le ha tocado vivir, cómo tomar una decisión? o incluso, y es la pregunta más inquietante ¿cómo escapar?. Ahora camino de un lado al otro todos los días, recorro la alfombra en medias de la sala al cuarto de mi madre, voy y vuelvo, suelto el aire contenido en grandes suspiros y miro por la ventana hacia el parque; la incertidumbre; veo las personas pasear por ahí y me alegro un poco, recuerdo unas palabras de mi hermano que creo jamás olvidaré: «Uno pobre no puede darse el lujo de cambiar de carrera, tiene que terminar si o si.» Percibo en ellas una derrota vital profunda, un rendimiento total antes los condicionamientos de la vida,  que si no le conociera diría que es reprochable, pero paradójicamente no lo es… Sin embargo pienso en ellas como si estuviera en un cuarto oscuro y mi cuerpo fuera lo único que se ilumina, las siento como una sentencia y quizá una maldición arrojada sobre mí, incluso llego a cuestionarme si se trató de una saeta indirecta hacia mí, lo cuál me hace hallar un ángulo ridículo en ello porque dice más de quien las emite que de quien las recibe. Como desparpajándome del ensueño me sacudo la sombra que se extiende sobre mí . Me digo «allí no» tomo las llaves y salgo de mi casa rápidamente camino a ninguna parte. Al andar paso  de manera alterna por parques verdes y enormes bloques de ladrillo naranja que reúnen sospechosamente a la multitud, es un paisaje que se sucede sin mayores alteraciones; atino a decir que la locura tiene forma de repetición. Veo a los niños y sus padres paseando el perro por los prados, el rosa de sus helados que resplandece al sol, burbujas que encierran la escena en marcos redondos de tono violeta y azul elevándose por los aires, muchachos de mi edad jugando fútbol vestidos con camisetas multicolores de todos los clubes deportivos posibles; por un momento, entre los pregones de los carreteros que venden aguacates, la risa de las y los niños, el estruendo de los equipos de sonido, mis pensamientos se acallan y no soy más que una briza en el territorio. Aveces cuando estoy solo miro el techo de mi cuarto y pienso en todas estas imágenes, en mi mutismo, y comienzo a tener la convicción que muchos chicos de mi generación pueden sentir lo mismo: el desdoblar mudo de los pensamientos en silencio; pero ante su miedo a la soledad no saben qué hacer y corren a alguna parte, unos van a la iglesia y otros huelen pegamento, no parece haber nada mejor que hacer en estos alrededores. Cavilo ahora sobre mí, mi vida, me doy golpes de pecho diciéndome que no me puedo quedar aquí, en este lugar, en esta manera de vivir con el mundo. La vida es tan grande como para dar pequeños pasos. Pienso en lo que quiero, mis deseos, y el porqué no logro conseguirlo. Lo escribo en un cuaderno para que no se me olvide, pero pienso que quizá deba tatuármelo en alguna parte de la cabeza, eso le haría el trabajo fácil a muchos. Imagínese: asistir a la entrevista de trabajo con sus proyectos personales estampados en la frente; le ahorraría tiempo al entrevistador. Agotado, termino por pensar que de lo que se trata  es de rebelarse contra una forma de vida que tiende a la tristeza  y el aburrimiento, un modo de permanencia que desemboca inevitablemente en lo que llamamos depresión, esta hacia la desesperación y allí una negación de la vida (ya sea en una disminución personal o en un deseo por la muerte). ¿Cómo se rebela uno ya no ante una autoridad externa sino ante la vida misma, contra sí mismo, a algo que tiene estrecha relación con nosotrxs? La respuesta parece estar conectada con lo que se entiende por formas de vida o modos de vida. Ante una vida mecánica y fría, uno busca su torcedura y deformación. Es aquí donde se desarrolla todo tipo de manías y aberraciones en cada quien, o donde florece su espontaneidad. Un hombre agobiado se lanza desde lo alto del Salto de Tequendama como gesto triunfal y creativo sobre una vida que parecía hacerle mala cara todo el tiempo, en su bolsillo en un trozo de papel se lee: «La vida es un invento. Rodrigo de Arce». Otros son formales caballeros que al caer el sol se convierten en reinas de las noche, psicópatas, escritores, metafísicos;  todo tipo de animales en esta jungla. Sus acciones singulares se convierten en un modus vivendi que implica un conjunto de consecuencias y preparaciones previas que deben ser atendidas.

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