Anotación sobre el sexo #1

El otro día, en medio de mi cuarto, sin saber bien por qué, pensé en el sexo. Vino a mi mente la idea de futilidad, el recuerdo de esa sensación de una inmensa expectativa que viene a estrellarse con lo concreto del hecho en sí; casi podría llamarla “decepción” si al final de un respiro no salieran de mí las palabras “estuvo bien”  con una tibia alegría. Son auténticas. A pesar de su realidad está bien, no deja de ser placentero a pesar de ser tan trivial como frotarse el vientre. Luego pensé en las parejas del mismo sexo  y todo por lo que tienen que pasar por follar entre ellxs, lo tonto y absurdo de su sufrimiento. ¿Cómo dos piernas cubiertas de vellos, entre cruzadas y bañadas por la luz de la tarde podrían ser un crimen? Y sin embargo sucede. Podría no importar, incluso, si sucediera en secreto, es como si nunca hubiera pasado; pero hay gente que se sigue desgarrando por ello. Así mismo imaginé multitudes de parejas discutiendo, platos romperse (ese inconfundible signo de la unión marital), desastres familiares y personales; todo por un mísero polvo; una cosa que desde cierto punto de vista no es ni bonita, ni trascendental, ni especial: Dos personas (o quizá más) bramando como animales mientras sudan y se agitan tratando de encajar sus cuerpos. Somos la raza del mono que piensa que piensa. Pero al final, lo que menos importa es el sexo, sino todo lo demás, todo lo que no es pero está conectado a él: La moral y los valores, la reproducción y la producción, las relaciones y los sentimientos, los afectos, los sobornos, los chantajes, los gobiernos y sus agendas, las iglesias, las guerras…  ¿por qué estarán tantas cosas ancladas a él? ¡Es una locura! ¡No se puede tirar en paz! Todo es un vértigo, un desastre, autos chocando en las autopistas. La gente coge con afán, en especial los amantes masculinos, se apresuran ante una tensión tan demoledora como placentera, embisten sus malestares, todo lo que escucharon alguna vez sobre el amor, la espiritualidad, el placer, el milagro de la vida; es una carga acuestas que les hincha la ansiedad. Con desesperación embaten  todo lo que les separaba de aquellas promesas hasta alcanzar ese edén. Se vienen rápido. Sospecho mirando por la ventana que si el coito no estuviera tan impregnado de fábulas existirían menos eyaculadores precoces, es el apuro que causa la angustia metafísica.

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