Nadie visita una habitación al sur de sus posibilidades,
menos un domingo donde el Sol intenta abrazarnos
pero nos escurrimos lánguidos.
Nadie visita una habitación en cuyo vacío
solo caben fotografías encontradas de viajes olvidados,
los restos de la piel seca
arrancada a los desnudos retratos,
la humedad de corrientes musicales
en las que flotan distorsionados pensamientos.
Y aunque no venga nadie,
se pasea el tiempo
dejando su rastro por las paredes.
Se desintegran los insectos
de este viejo árbol.
Es entonces
cuando se acumulan botellas,
ropas en el suelo,
platos;
pluralidades a las cuales integrarse;
luego, el hastío.
A media noche
practicar el espionaje de ventanas,
y en la penumbra,
saludar a lo lejos
a los ñeros del parque
que patean su pelota
imitando las sombras.
Practicando el espionaje… en una habitación del sur
Si que si my friend 🙂