Ah, si los días tuvieran un poco más de hollín,
Si los ocasos fueran un poco más verdes,
Si los jardines de rosas muertas que adornan mi templo
Escurrieran con más ligereza el tinte del celofán
Orgánico
Lunático.
Se sentiría con menos peso la niebla en mi calavera,
Aullarían un mismo coro
Los perros que ladran su locura en mi cabeza,
Las máquinas tragamonedas cantarían el himno de la Alegría.
Porque así se deleitan los cerdos
En el fango de su propio odio;
Porque así se sacia la policía con la cocaína,
Así goza la histérica cortando sus venas.
Y ya nadie teme las iras del cielo
Porque ya nadie concibe posible
Una ira más infinita que la del hombre
Ensañado contra la tierra que le alimenta.
Hay quienes entonces vamos de negro,
De luto permanente
Por la vida que no se ha vivido,
Andando en las madrugadas
Laberintos llenos de salidas
Que no conducen a nada;
Y cualquiera está apunto
De morir,
Vivir,
Amar,
Odiar
Bordeando aceras
Con un revolver del que no tiene detonador.