Argumento a favor de los miserables

La persona con el corazón ennegrecido, lejos de lo que habitualmente se puede pensar como un monstruo de comodo con la sangre helada y la saliva maldita, es más bien la llama misteriosa que mantiene con vida la luz del Sol. Tal engendro conoce la marcha del tiempo: concepción-nacimiento, degradación-fatalidad; acontecimiento que se le presenta como hábito y tragedia. A cuestas con el peso de saber que fue niño y ya no lo es, ni lo será nunca jamás, su hálito se le torna mortecino, esconde en su interior un cadáver muerto ya muchas veces; y sin embargo, ¡es viva carne palpitante!, roja pasión que convulsiona y se estremece. Este, es un mar infinito de emociones, purpureas tormentas amenazan con hacer naufragar la nave de su cordura, y aun así sabe que sobrevivirá: La locura le fortalece, la sonrisa bestial adorna su rostro insospechadamente. Ha conseguido rebasar los límites y sobrepasar a quienes pretenden tras la sensibilidad una vaga fantasía en la que todo son sonrisas y placeres. Se abrió a sentir como todos los seres, y ha sentido como ninguno, ha sentido todo el mundo en sí, y es el mundo el que le contiene; sentir el mundo y la vida es sentir la multiplicidad, en ella, implícito está el dolor, vibrante y escandaloso.       

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